lunes, 17 de noviembre de 2014

Oracion del Enamorado

En mi corazón se ha encendido, Señor, el amor hacia una persona que vos también conocés y amás. Vos mismo me la hiciste encontrar y me la presentaste. Te doy gracias por este don que me llena de una alegría profunda, me hace parecido a vos, que sos el Amor, y me hace comprender el valor de la vida que vos me regalaste. Haz que no malogre esta inmensa riqueza que vos pusiste en mi corazón: enseñame que el amor es darse y que no puede mezclarse con ningún egoísmo, que el amor es puro y no puede coexistir con ningún bajeza, que el amor es fecundo y ya, en adelante, tiene que producir nueva vida en mí y en quien me ha elegido. Te pido, Señor, por quien me espera y piensa en mí, por quien ha puesto en mí su futuro, abrazando mi presente. Te pido por quien va a mi lado, a la par, con sus maneras, a tiempo y destiempo, mientras nos vas madurando el corazón. Hacenos dignos el uno del otro; que seamos ayuda y ejemplo mutuo. Y que siempre podamos experimentar que la presencia del otro será siempre reflejo de Tu presencia en mi vida. Amén

jueves, 23 de octubre de 2014

Hoy no tengo nada que pedirte..

  
Hoy no tengo 
nada que pedirte, 
ni te traigo 
ninguna queja. 

Yo sólo busco 
un encuentro 
desde lo infinito 
que late en mí.
 
Te necesito 
más allá 
de lo que sé 
o de lo que digo 
de mí mismo. 

 


AMOR



 “Si amásemos lo suficiente sabríamos dos cosas que todo amor es, a la corta o a la larga, invencible. Y que, en todo caso, el que ama de verdad no se pregunta nunca el fruto que va a conseguir amando. 
El verdadero amante ama porque ama, no «porque» espere algo a cambio. ¡Buenos estaríamos los hombres si Dios hubiera amado solamente a quienes harían fructificar su amor!” 
Martín Descalzo

En la lógica del verdadero amor todo está invitado a ser don, tiene que serlo. El amor solo produce más amor. ¿Mirá si Dios se dispusiera a amarnos solo cuando hiciéramos cosas buenas? Estaríamos en el horno ¿¡no!? Pero como creyentes estamos invitados a, como dice Martín Descalzo, “descubrir que hemos sido más queridos de lo que nunca nos atrevimos a imaginar”.

Caminemos en la certeza de este AMOR que me ama porque me ama, porque a sus ojos soy único y que no necesita de mí más de lo que soy y tengo, que me ama aún más en mi debilidad y pobreza, que me invita a amar a los demás de la misma manera; donando de mí lo mejor sin exigir nada, ni siquiera la correspondencia.

domingo, 19 de octubre de 2014

Feliz dia Mamma!!!!


Madre que al mundo entregaste
por pura obra del Amor
al Hijo de tus entrañas
que es para ti bendición,
bendita seas por siempre
Madre Virgen del perdón
por noble, por santa, por buena
por tu gracia y tambien comprensión!
En el día que es tu día
te dejo mi corazón.

FELIIIIZ DIIIA MADRE QUERIDAA, GRACIAS POR TU SANTA PACIENCIA Y POR ACOMPAÑARME SIEMPRE AUNQUE YO, A VECES, ESTE CIEGA... TE AMOO Y TE QUIERO INFINITAMENTE!!!

martes, 23 de septiembre de 2014

Padre Piucho

Piucho Querido!!!! Hermano y compañero de rutaaa!!! 
Feliz diiia Padreeee!!!! 
 Gracias por aguantarme y sostenerme en cada caida, 
Gracias por tu entrega, tu servicio y sobre todo por tu INCONDICIONAL SI AL PADRE! 
Te pido que sigas rogando a Dios por nosotros, para que podas seguir tu ejemplo de oración y penitencia. 
Dios mediante, nos encontraremos pronto! 
Abrazos eternos Mi Hermano, Mi Padre del alma!!!!!!! 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Stabat Mater Dolorosa

Ahora sé que elegí bien la palabra: «Esclava, esclava». Pude decir sencillamente: «Dile que sí, que estoy de acuerdo». O responder: «El sabe que estoy a sus órdenes». O preguntar: «¿Acaso Dios tiene que pedirme a mí permiso?» Pero dije: «He aquí la esclava», sin comprender hasta qué punto me convertía en lo que estaba diciendo, en alguien a quien arrastrarán siempre con los ojos cerrados por túneles oscuros que jamás entenderá. Conducida del gozo al dolor, del dolor al espanto, del espanto a este vacío de ahora en el que mi corazón es un lagar molido, un cesto de cenizas, una cadena de muertes. Si sabías que esto acabaría así, ¿por qué elegiste una madre? ¿Por qué no naciste como el pedernal, en la montaña, en lugar de entrar en el pobre seno de una mujer que no podría soportar tanta desgarradura?

Todas las madres dicen: «Los hijos son difíciles de entender, crecen, crecen; tu crees saber hasta la más mínima de las arruguitas de su cara. Y un día descubres que han crecido tan desmesuradamente que no acabas de creerte que un día han estado dentro de ti. Pero tú… Es como si hubiera engendrado un gigante, parido una montaña, albergado dentro todas las cordilleras del universo entero. Siempre supe que me desbordarías. Cada vez que en tu vida quise descender al fondo de tus ojos entendí que me perdía por los vericuetos de tu alma. Tú eras, desde luego, un hombre. Yo lo sabía como nadie. Pero también más, también un vértigo a cuya orilla yo no podía ni asomarme. Crecías, crecías, como si tuvieras que vivir muchos años dentro de cada uno de los tuyos, como si te sobrase alma y la pobre piel que la ceñía fuera a estallar en cada hora. Y Yo, cuando te abrazaba ¿cómo podía abrazarte? Me dolías de tanto como te olía el alma a vida y a muerte.

Que vendría el dolor, lo supe siempre. Bien me lo dijo Simeón antes de que Tú aprendieses a andar. Pero que el dolor fuese esto, no pude ni sospecharlo: oír el gotear de tu sangre, de «Nuestra» sangre, cayendo sobre el silencio de esta hora, sonando cada gota con más crueldad que los mismos martillazos. Se clava en mí el retumbar de cada gota, como un clavo que me penetra dentro, dentro, dentro, más dentro, allí donde el alma está en carne viva. ¡Ah, tus manos! Yo las vi gordezuelas, buscando mi pecho, enredando en mi pelo, besadas, mordisqueadas por mí, rubias de trigo nuevo, tendidas para acariciar mi rostro, partiendo el pan por mí amasado. ¿Y estaba preparándolas yo para ese hermano clavo que acabaría poseyéndolas, destrozándolas, desgarrándolas como abrías Tú el pan?

Hijo, hijo, perdóname, perdóname por seguir viva cuando Tú estás muriendo, Perdóname por no saber decirte nada en esta hora, por no saber ni orar, por tener el alma como el desierto de los desiertos, por no saber ni estar contigo, por no tener en esta hora otro oficio que el de estar cansada y decirte: hijo, hijo, hijo. He entrado en el túnel de Dios. Y está oscuro. A los dos nos ha abandonado. Y ni siquiera nos ha abandonado juntos. Encerrado cada uno en su abandono como en un «bunker» de piedra, en dos vacíos gemelos pero separados.


Conocía la noche de la fe, pero nunca creí que fuera tan profunda. Ni una sola ventana con luz en el alma. Sólo creer, creer, apretar los puños del alma, esperar, agarrarte a los barrotes de tu cárcel, entrar en las entrañas de la oscuridad. Sin ángeles, sin voces de lo alto. Sólo la noche y el seguir escuchando el golpear feroz de los martillazos como látigos. Y el galopar de la muerte que se acerca. Y ojalá fueran, al menos, dos muertes las que se acercan.

«Dios te salve, María, dijo el ángel. ¿Salvarme? ¿No es acaso ahora cuando tendría que salvarme y salvarte? ¿Llena de gracia quería decir llena de dolor y de muertes? ¿La gracia es esta espada que nos pulveriza? Gabriel, Gabriel, ¿dónde te has metido? Y si al menos ahora viviera José… Ah, José, amor mío, ¡qué daría yo ahora por tenerte junto a mí y reclinar mi cabeza en tu hombro! En la noche no hay nada. Sólo la noche. Y la certeza de que el sol vendrá mañana. Pero, ¿cuántos siglos faltan para mañana? Dímelo, hijo, respóndeme: ¿Es que siempre hay que salvar con sangre? ¿tan hondos son los pecados de los hombres que sólo pueden borrarse con manos y frente desgarradas?

Yo acaricié tantas veces tu frente cuando, de niño, tenías fiebre. Pero las espinas, no, nunca pude imaginarlas. Salíamos al campo, corrías, jugabas con las zarzas. «No vayas a pincharte» Y reías, reías. Yo te veía crecer siempre con miedo. Ah, poder encerrarte para siempre en la infancia, retenerte, disfrutarte. ¿Por qué crecen los hombres, a dónde van, qué prisa tienen? ¿Qué les lleva a la muerte? ¿Una misión será más fuerte que la vida? Tu corazón estuvo siempre tirado, arrastrado por invisibles caballos, como por un hilo que te sujetara desde la eternidad. Tenías que salvar. Como si todas las otras vidas fuesen más importantes que la tuya. Te veo yéndote, como si fuera un pecado cada hora dedicada a ser feliz. «Si el grano no muere, es infecundo», decías. Y tenías que subirte a la cruz, como un suicida, como un amante, enterrándote, sin que entendieran tu entrega ni tus propios apóstoles. Esos pobres que han acabado fallándote. ¿Es que no lo supiste desde siempre? Veo el rostro de Judas, ese muchacho asustado que parecía temblar cada vez que oía la palabra «amor». Me habría gustado ser su madre. Tal vez, entonces… Cuánto le quise y le temí.


Escuchaba tus palabras no como quien las bebe, sino como quien las cuenta, como quien las numera con el alma retorcida. Y ahora, ¿dónde está? ¿dónde estás, Judas, hermano mío, hijo mío? Tu aullido es la gran sombra de esta tarde, un viento helado, una noche de invierno, una sed imposible. Hiel y vinagre suben por mi boca. Y Tú, pequeño mío, ¿por qué agitas ahora la cabeza? ¿qué nube de murciélagos quieres espantar de tu mente? No, no tengas miedo: el Padre tiene que estar orgulloso de ti, como ,o está tu madre. Has cumplido, has cumplido y El lo sabe, aunque esconda su rostro. Yo sé y Él sabe que has sido un valiente, digno de ser lo que eres: mi hijo y mi Dios. Ese Dios diminuto cuyo cuerpo lavé yo tantas veces, cuyas manos creadoras y pequeñitas cabían en las mías. Me quedaba mirándote y pensando: No es posible, no es posible que «esto» sea Dios; y tu boquita me hacía daño al mamar. Ea, ea, mi Dios. Aquella leche iba volviéndose sangre de Dios, la misma que ahora derramas.

¡Pero dejadle morir al menos! Muere por vosotros, ¿no lo entendéis? Un hombre puede ser redimido mientras se carcajea de su Redentor. La Humanidad es ciega. Ceguera. Un océano de ceguera nos rodea. ¡Si al menos supieran a Quien están matando! Tú jugabas a mi lado como los demás niños. Y nadie sospechaba. Como ahora. Si hubieran sabido con Quien jugaron, a Quien crucifican, morirían de espanto. Mejor que ni siquiera lo imaginen, pobres, pobres hombres. Pero yo no puedo permitirme el lujo de estar ciega. Yo sé. Yo mido el volcán sobre el que caminamos, el vértigo de Dios, la página que gira el Universo.

¿Te duele, niño mío? ¡Ah, si al menos volvieras hacia mí esos tus ojos misericordiosos! Pero lo entiendo: ahora estás redimiendo. ¿Qué tiempo podría sobrarte para sentimentalismos? No, no tengo yo derecho a robar a los hombres ni una sola esquirla de tu muerte. Aunque también mueres por mí. También yo necesito de su sangre. Me redimes con la que te presté. ¿Y ahora? ¿No es demasiado, hijo, lo que me estás pidiendo? ¿Habiendo sido madre tuya, cómo podría serlo de tus asesinos? Pero si fui esclava una vez, seguiré siéndolo. Que entren, que entren en mi seno. Se ha desgarrado tanto en esta hora, que ya me caben todos.

Y Tú, descansa hijo. Deja caer de una vez tu cabeza. Y descansa en la muerte. Ella no te hará daño. No podrá vencerte. Cruzará por tus venas, triturará tu sangre, pero Tú tienes tanta vida en ti que ella no durará mucho sobre tus dominios y se irá, derrotada, asombrada de haber podido estar alguna vez sobre su Dios. Y yo cuidaré tu cuerpo. Iré quitándole una a una las espinas, besándote las llagas, cerrando tus ojos, aunque al hacerlo el universo se oscurezca. ¡Ah, si pudiera volver a llevarte dentro, ah, si pudiera parirte otra vez y no sólo tenerte derrumbado sobre mis pobres brazos! Descansa, hijo. Y vuelve, vuelve pronto. Y si puedes, regresa con todas tus heridas, para que ni yo ni nadie lo olvidemos, tanto amor, tanto amor. Vuelve con todas tus sangrientas condecoraciones, hermano nuestro, hijo mío, mi Dios.

José Luis Martín Descalzo
Publicado en ABC, 1988. 


domingo, 14 de septiembre de 2014

Lo que NO dijiste

• Dijiste que podía hacer mis sueños realidad. Pero no dijiste que sólo querías que hiciera realidad lo que tu deseabas para mi. 


• Dijiste que luchara por mis ideales. Pero no dijiste que – sólo – si también eran tuyos. 


• Dijiste que creciera. Pero no dijiste que lo hiciera bajo tus propios límites. 


• Dijiste que me escucharías. No dijiste que solamente si decía lo que querías escuchar. 


• Dijiste que podía contar con vos, que todo lo hacías por mi. No dijiste que en realidad lo hacías por vos mismo, para sentirte bueno y bondadoso, y excelente en tu trabajo y vida. 


• Dijiste que te sentías orgullosa de mi. No dijiste que tan sólo estabas orgulloso de mis logros. No conoces quien soy, por lo tanto no podes enorgullecerte de lo que no conoces. 


• Dijiste que podía volar. No dijiste que bajo tus propias fronteras. 


• Dijiste que debía seguir mi corazón, sin importar lo que la sociedad comentara. No dijiste que vos no te considerabas parte de la sociedad. 


• Dijiste que fuera yo misma. No dijiste que sólo si te agradaba quien yo era.


• Dijiste que siguiera mi propio camino. No dijiste que debía ser de tu aprobación. 


• Dijiste que expresara mis ideas y opiniones. No dijiste que las juzgarías si no eran de tu agrado. 


• Dijiste que no mentirías, que siempre hablarías con la verdad. No dijiste que únicamente si esta te convenía.


• Dijiste muchas cosas incluso las mas dolorosas... Omitiste muchas verdades...  
El amor no se gana, se otorga.... Lo que seguramente nunca poseeras será mi confianza. Pues esta se gana con tiempo, comprensión y sinceridad. Y vos no sos digno de mi confianza. No confiaste en mi y ahora yo no logro confiar en ti. 

 Todo esto es lo que no dijiste - o tal vez – lo que yo no quise escuchar… 

 Duele amar, cuando tus pensamientos se quedan colgando de la nada aguardando por un pretexto, cuando tus sueños son solo sueños huyendo de la realidad. Duele amar, cuando la ilusión que has sembrado por error se ha marchitado, cuando el corazón no ha sabido olvidar y el tiempo no ha sido capaz de curar esas heridas que el alma no pudo evitar.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Tarde te ame Dios mio!

“Tarde te amé, Dios mío, hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé.
 
Tú estabas dentro de mí y yo afuera y así por fuera te buscaba y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste.
 
Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo.
 
Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo; gusté de Ti y ahora siento hambre y sed de Ti.
 
¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí!
 
Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico y yo estoy enfermo;
 
Tú eres misericordioso y yo soy miserable.
 
Toda mi esperanza estriba en tu muy grande misericordia.
 
Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.

SAN AGUSTIN 

Para esos dias....


Tal vez hoy sea uno de esos....

lunes, 1 de septiembre de 2014

A mis Amigos



 A mis amigos les adeudo la ternura y las palabra de aliento y el abrazo, el
compartir con ellos la factura, que nos presenta la vida paso a paso,

A mis amigos les adeudo la paciencia de tolerar mis espinas más agudas, los
arrebatos del amor, la negligencia, las vanidades, los temores y las dudas.

Un barco frágil de papel, parece a veces la amistad pero jamás puede con él,
la más violenta tempestad porque ese barco de papel tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel: un corazón...

A mis amigos les adeudo los enfados que perturbaron sin querer nuestra
armonía, sabemos todos que no puede ser pecado el discutir alguna vez por tonterías.

A mis amigos dejaré cuando me muera mi devodión en un acorde de guitarra, y
entre los versos olvidados de un poema, mi pobre alma incorregible de cigarra.

Amigo mío si esta copla como el viento, adonde quiera muchas veces te
reclama, serás plural porque lo exige el sentimiento cuando se llevan los amigos en
el alma.


Autor: Alberto Cortez 
 

LA PUCHA QUE VALE LA PENA TENER AMIGOS!!!. GRACIAS POR ACOMPAÑARME Y HACER QUE MI VIDA SEA UN POCO MAS LIVIANA!!! GRACIAS A CADA UNO, HOY, SOBRE TODO HOY QUE SABEN QUE SE PUSO DIFICIL EL ANDAR. 
LOS, INFINITAMENTE, QUIERO.

Paciencia y Esperanza



"Sin esperanza es imposible tener paciencia, porque nadie espera lo imposible y la esperanza más hermosa es la que nace en situaciones más desesperantes.  La impaciencia, con la que quieren alcanzarlo todo hoy, es la que te hace perder la oportunidad de alcanzarlo mañana."


lunes, 25 de agosto de 2014

¿Pobre a mi manera?

Es difícil ser pobre y vivir la pobreza a la manera de Dios. Es más fácil y más cómodo poder escoger el lugar, las personas, y ser POBRE A MI MANERA...
Feliz aquel que ha optado por los más necesitados y vive con corazón de pobre en cualquier rincón del mundo.

jueves, 21 de agosto de 2014

Dios me entiende

Dicen que soy mal cristiano
porque no me ven rezar.
¡Que venga Dios y me diga
en qué he podido faltar!

A veces, por el trabajo
o por el mucho viajar,
junto a los templos callados
paso de largo, nomás.

Busco la sombra de un árbol
cuando quiero descansar.
Son sueños de ojos abiertos
los que me pongo a soñar.

En silbos y remolinos,
lo miro al viento pasar.
Tal vez Dios se le ha perdido
y él lo ha salido a campear.

Yo me quedo muy tranquilo.
¿Para qué me he de apurar...?
Si el que lo busca por fuera
a Dios no lo va a encontrar.

Mi corazón es un pozo
y allí me pongo a rezar
cosas que los dos sabemos
y que ignoran los demás.

Miro a mi chango dormido,
cansado de travesear.
Y pa' cuidarlo soy Tata,
cristiano, perro, jaguar.

Pobreza limpia del criollo...
Si por áhi me falta el pan,
las leguas que me galopo,
Dios y mi zaino sabrán.

Digan por áhi lo que digan,
perdono al que me hace mal.
Yo sé curar mis heridas
y rezo con mi cantar.

Dios me entiende, y yo lo entiendo.
Nos hablamos... sin hablar.

Atahualpa Yupanqui

Me dicen...

¿Quien tiene el poder para juzgar el valor de cada vida? Si cada vida es de Dios

Me dicen que no me quiere nadie, que no tengo amigos, que mi familia no me quiere... Pero tengo una noticia para ustedes:

Yo tengo el Mejor Amigo, el Mejor Padre, el Mejor Novio, la Mejor Familia que puede uno tener, sí.. asi es, yo lo ví con mi propios ojos, lo toque, lo acaricie, lo abrase, lloramos juntos, nos reimos juntos, estamos las 24 horas juntos, los 365 dias del año y nada ni nadie me va a poder separar de ÉL.
Por supuesto que tenemos discusiones, peleas, a veces solemos distanciarnos pero es tan GRANDE EL AMOR que siente por mi, que muchas veces yo no logro comprenderlo, pero basta una mirada profunda para que yo vuelva corriendo a sus brazos...
Su Familia me viene acompañando hace mucho tiempo, su madre, es mi Madre y su padre, es mi Padre; siempre me han sostenido en mis caidas, es una gran bendicion haberlos conocidos.

Asi que....no tendre amigos, ni familia (que son puras mentiras e inventos), ni todas esas cosas feas que me dicen y menos soy dueña del mundo pero SI SOY LA HIJA, AMIGA, NOVIA DEL DUEÑO!!!!!

DE CORAZON LES DIGO QUE OJALA ALGUN DIA PUEDAN LLEGAR A SENTIR ESE AMOR QUE SENTIMOS TODOS LOS QUE NOS DEJAMOS AMAR POR ÉL.

Abandono


Suspiro todo el día por  amor a Cristo, y en medio de mi deseo de cielo y de amor a Jesús, arrastro mi vida que el mundo aún sujeta .... Señor, perdóname... Tú así lo quieres...

lunes, 18 de agosto de 2014

sábado, 16 de agosto de 2014

Sentarme a tus pies


«Dios se compadece de la debilidad pero no quiere el desánimo». Madre Teresa de Calcuta

La Oracion y El Silencio

«El silencio es lo más importante para orar. Las almas de oración son almas de profundo silencio. Y lo necesitamos para poder ponernos verdaderamente en presencia de Dios y escuchar lo que nos quiere decir».

«Este silencio debe ser tanto exterior como interior, dejando de lado nuestras preocupaciones. Debemos acostumbrarnos al silencio del corazón, de los ojos y de la lengua».

«El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón».

«Dios es amigo del silencio, que nos da una visión nueva de las cosas. No es esencial lo que nosotros decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a través de nosotros».

«El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz».



Madre Teresa, intercede por nosotros y ayudanos HACER SILENCIO EXTERIOR E INTERIOR.

jueves, 14 de agosto de 2014

Adelante, con más amor

Ese desaliento, ¿por qué? ¿Por tus miserias? ¿Por tus derrotas, a veces continuas? ¿Por un bache grande, grande, que no esperabas? Sé sencillo. Abre el corazón. Mira que todavía nada se ha perdido. Aún puedes seguir adelante, y con más amor, con más cariño, con más fortaleza. Refúgiate en la filiación divina: Dios es tu Padre amadísimo. Esta es tu seguridad, el fondeadero donde echar el ancla, pase lo que pase en la superficie de este mar de la vida. Y encontrarás alegría, reciedumbre, optimismo, ¡victoria!
Via Crucis, VII Estación, n. 2

Lázaro resucitó porque oyó la voz de Dios: y enseguida quiso salir de aquel estado. Si no hubiera "querido" moverse, habría muerto de nuevo.

Propósito sincero: tener siempre fe en Dios; tener siempre esperanza en Dios; amar siempre a Dios..., que nunca nos abandona, aunque estemos podridos como Lázaro.
Forja, 211

 Volver siempre, y volver con más amor

No nos debe importar, siempre que sea necesario, hacer de hijo pródigo: empezar, pedir perdón con dolor sincero, y volver; esto agrada a Nuestro Padre Dios, porque bien conoce la pasta de que estarnos hechos: por tanto, volved siempre, y volved con amor, que Dios nos espera.
Memoria del Beato Josemaría, p. 20

Otra caída... y ¡qué caída!... ¿Desesperarte?... No: humillarte y acudir, por María, tu Madre, al Amor Misericordioso de Jesús. —Un "miserere" y ¡arriba ese corazón! —A comenzar de nuevo.
Camino, 711

He repetido muchas veces aquel verso del himno eucarístico: peto quod petivit latro poenitens, y siempre me conmuevo: ¡pedir como el ladrón arrepentido! Reconoció que él sí merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra robó el corazón a Cristo y se abrió las puertas del Cielo. Ahora que estás arrepentido, promete a Jesús que —con su ayuda— no vas a crucificarle más. Dilo con fe. Repite una y otra vez: te amaré, Dios mío, porque desde que naciste, desde que eras niño, te abandonaste en mis brazos, inerme, fiado de mi lealtad.
Via Crucis, XII Estación, nn. 4-5

Tristeza, apabullamiento. No me extraña: es la nube de polvo que levantó tu caída. Pero, ¡basta!: ¿acaso el viento de la gracia no llevó lejos esa nube? Después, tu tristeza —si no la rechazas— bien podría ser la envoltura de tu soberbia. —¿Es que te creías perfecto e impecable?
Camino, 260

El cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada. Jesucristo Nuestro Señor se conmueve tanto con la inocencia y la fidelidad de Juan y, después de la caída de Pedro, se enternece con su arrepentimiento. Comprende Jesús nuestra debilidad y nos atrae hacia sí, como a través de un plano inclinado, deseando que sepamos insistir en el esfuerzo de subir un poco, día a día. Nos busca, como buscó a los dos discípulos de Emaús, saliéndoles al encuentro; como buscó a Tomás y le enseñó, e hizo que las tocara con sus dedos, las llagas abiertas en las manos y en el costado. Jesucristo siempre está esperando que volvamos a El, precisamente porque conoce nuestra debilidad.
Es Cristo que pasa, 75

La confesión, un coloquio divino

La confesión sacramental no es un diálogo humano, sino un coloquio divino; es un tribunal, de segura y divina justicia y, sobre todo, de misericordia, con un juez amoroso que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Verdaderamente es infinita la ternura de Nuestro Señor.
Es Cristo que pasa, 78

Me escribes que te has llegado, por fin, al confesonario, y que has probado la humillación de tener que abrir la cloaca —así dices— de tu vida ante “un hombre”.
—¿Cuándo arrancarás esa vana estimación que sientes de ti mismo? Entonces, irás a la confesión gozoso de mostrarte como eres, ante “ese hombre” ungido —otro Cristo, ¡el mismo Cristo!—, que te da la absolución, el perdón de Dios. 
Surco, 45

 No pienses más en tu caída. —Ese pensamiento, además de losa que te cubre y abruma, será fácilmente ocasión de próximas tentaciones. —Cristo te perdonó: olvídate del hombre viejo.
Camino, 262

 En tu alma parece que materialmente oyes: "¡ese prejuicio religioso!"... —Y después la defensa elocuente de todas las miserias de nuestra pobre carne caída: "¡sus derechos!". Cuando esto te suceda di al enemigo que hay ley natural y ley de Dios, ¡y Dios! —Y también infierno.
Camino, 141

El polvo y la ceguera de cierta caída te producen desasosiego, junto con pensamientos que quieren quitarte la paz.
—¿Has buscado el desahogo en las lágrimas junto al Señor, y en la conversación confiada con un hermano?
Surco 324



San Josemaría Escrivá




Esa Cruz es tu Cruz: la de cada día

"Cuando veas una pobre Cruz de palo, sola, despreciable y sin valor... y sin Crucifijo, no olvides que esa Cruz es tu Cruz: la de cada día, la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando el Crucifijo que le falta: y ese Crucifijo has de ser tú. Antes de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a los útiles de tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una mirada... Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús, y hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño."  San Josemaría Escrivá

Homilía "La lucha interior", pronunciada por San Josemaría en el Domingo de Ramos

 
Lucha incesante

La guerra del cristiano es incesante, porque en la vida interior se da un perpetuo comenzar y recomenzar, que impide que, con soberbia, nos imaginemos ya perfectos. Es inevitable que haya muchas dificultades en nuestro camino; si no encontrásemos obstáculos, no seríamos criaturas de carne y hueso. Siempre tendremos pasiones que nos tiren para abajo, y siempre tendremos que defendernos contra esos delirios más o menos vehementes.

Advertir en el cuerpo y en el alma el aguijón de la soberbia, de la sensualidad, de la envidia, de la pereza, del deseo de sojuzgar a los demás, no debería significar un descubrimiento. Es un mal antiguo, sistemáticamente confirmado por nuestra personal experiencia; es el punto de partida y el ambiente habitual para ganar en nuestra carrera hacia la casa del Padre, en este íntimo deporte. Por eso enseña San Pablo: yo voy corriendo, no como quien corre a la ventura, no como quien da golpes al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que habiendo predicado a los otros, venga yo a ser reprobado.

El cristiano no debe esperar, para iniciar o sostener esta contienda, manifestaciones exteriores o sentimientos favorables. La vida interior no es cosa de sentimientos, sino de gracia divina y de voluntad, de amor. Todos los discípulos fueron capaces de seguir a Cristo en su día de triunfo en Jerusalén, pero casi todos le abandonaron a la hora del oprobio de la Cruz.


Para amar de verdad es preciso ser fuerte, leal, con el corazón firmemente anclado en la fe, en la esperanza y en la caridad. Sólo la ligereza insubstancial cambia caprichosamente el objeto de sus amores, que no son amores sino compensaciones egoístas. Cuando hay amor, hay entereza: capacidad de entrega, de sacrificio. de renuncia. Y, en medio de la entrega, del sacrificio y de la renuncia, con el suplicio de la contradicción, la felicidad y la alegría. Una alegría que nada ni nadie podrá quitarnos.

En este torneo de amor no deben entristecernos las caídas, ni aun las caídas graves, si acudimos a Dios con dolor y buen propósito en el sacramento de la Penitencia. El cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada. Jesucristo Nuestro Señor se conmueve tanto con la inocencia y la fidelidad de Juan y, después de la caída de Pedro, se enternece con su arrepentimiento. Comprende Jesús nuestra debilidad y nos atrae hacia sí, como a través de un plano inclinado, deseando que sepamos insistir en el esfuerzo de subir un poco, día a día. Nos busca, como buscó a los dos discípulos de Emaús, saliéndoles al encuentro; como buscó a Tomás y le enseñó, e hizo que las tocara con sus dedos, las llagas abiertas en las manos y en el costado. Jesucristo siempre está esperando que volvamos a El, precisamente porque conoce nuestra debilidad.


La lucha interior

Soporta las dificultades como buen soldado de Cristo Jesús, nos dice San Pablo. La vida del cristiano es milicia, guerra, una hermosísima guerra de paz, que en nada coincide con las empresas bélicas humanas, porque se inspiran en la división y muchas veces en los odios, y la guerra de los hijos de Dios contra el propio egoísmo, se basa en la unidad y en el amor. Vivimos en la carne, pero no militamos según la carne. Porque las armas con las que combatimos no son carnales, sino fortaleza de Dios para destruir fortalezas, desbaratando con ellas los proyectos humanos, y toda altanería que se levante contra la ciencia de Dios. Es la escaramuza sin tregua contra el orgullo, contra la prepotencia que nos dispone a obrar el mal, contra los juicios engreídos.

En este Domingo de Ramos, cuando Nuestro Señor comienza la semana decisiva para nuestra salvación, dejémonos de consideraciones superficiales, vayamos a lo central, a lo que verdaderamente es importante. Mirad: lo que hemos de pretender es ir al cielo. Si no, nada vale la pena. Para ir al cielo, es indispensable la fidelidad a la doctrina de Cristo. Para ser fiel, es indispensable porfiar con constancia en nuestra contienda contra los obstáculos que se oponen a nuestra eterna felicidad.

Sé que, en seguida, al hablar de combatir, se nos pone por delante nuestra debilidad, y prevemos las caídas, los errores. Dios cuenta con esto. Es inevitable que, caminando, levantemos polvo. Somos criaturas y estamos llenos de defectos. Yo diría que tiene que haberlos siempre: son la sombra que, en nuestra alma, logra que destaquen más, por contraste, la gracia de Dios y nuestro intento por corresponder al favor divino. Y ese claroscuro nos hará humanos, humildes, comprensivos, generosos.

No nos engañemos: en la vida nuestra, si contamos con brío y con victorias, deberemos contar con decaimientos y con derrotas. Esa ha sido siempre la peregrinación terrena del cristiano, también la de los que veneramos en los altares. ¿Os acordáis de Pedro, de Agustín, de Francisco? Nunca me han gustado esas biografías de santos en las que, con ingenuidad, pero también con falta de doctrina, nos presentan las hazañas de esos hombres como si estuviesen confirmados en gracia desde el seno materno. No. Las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: luchaban y ganaban, luchaban y perdían. Y entonces, contritos, volvían a la lucha.

No nos extrañe que seamos derrotados con relativa frecuencia, de ordinario y aun siempre en materias de poca importancia, que nos punzan como si tuvieran mucha. Si hay amor de Dios, si hay humildad, si hay perseverancia y tenacidad en nuestra milicia, esas derrotas no adquirirán demasiada importancia. Porque vendrán las victorias, que serán gloria a los ojos de Dios. No existen los fracasos, si se obra con rectitud de intención y queriendo cumplir la voluntad de Dios, contando siempre con su gracia y con nuestra nada.

Pero nos acecha un potente enemigo, que se opone a nuestro deseo de encarnar acabadamente la doctrina de Cristo: la soberbia, que crece cuando no intentamos descubrir, después de los fracasos y de las derrotas, la mano bienhechora y misericordiosa del Señor. Entonces el alma se llena de penumbras —de triste oscuridad—, se cree perdida. Y la imaginación inventa obstáculos que no son reales, que desaparecerían si mirásemos sólo con un poquito de humildad. Con la soberbia y la imaginación, el alma se mete a veces en tortuosos calvarios; pero en esos calvarios no está Cristo, porque donde está el Señor se goza de paz y de alegría, aunque el alma esté en carne viva y rodeada de tinieblas.

Otro enemigo hipócrita de nuestra santificación: el pensar que esta batalla interior ha de dirigirse contra obstáculos extraordinarios, contra dragones que respiran fuego. Es otra manifestación del orgullo. Queremos luchar, pero estruendosamente, con clamores de trompetas y tremolar de estandartes.

Hemos de convencernos de que el mayor enemigo de la roca no es el pico o el hacha, ni el golpe de cualquier otro instrumento, por contundente que sea: es ese agua menuda, que se mete, gota a gota, entre las grietas de la peña, hasta arruinar su estructura. El peligro más fuerte para el cristiano es despreciar la pelea en esas escaramuzas, que calan poco a poco en el alma, hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente, insensible a las voces de Dios.

Oigamos al Señor, que nos dice: quien es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho, y quien es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho. Que es como si nos recordara: lucha cada instante en esos detalles en apariencia menudos, pero grandes a mis ojos; vive con puntualidad el cumplimiento del deber; sonríe a quien lo necesite, aunque tú tengas el alma dolorida; dedica, sin regateo, el tiempo necesario a la oración; acude en ayuda de quien te busca; practica la justicia, ampliándola con la gracia de la caridad.

Son éstas, y otras semejantes, las mociones que cada día sentiremos dentro de nosotros, como un aviso silencioso que nos lleva a entrenarnos en este deporte sobrenatural del propio vencimiento. Que la luz de Dios nos ilumine, para percibir sus advertencias; que nos ayude a pelear, que esté a nuestro lado en la victoria; que no nos abandone en la hora de la caída, porque así nos encontraremos siempre en condiciones de levantarnos y de seguir combatiendo.

No podemos detenernos. El Señor nos pide un batallar cada vez más rápido, cada vez más profundo, cada vez más amplio. Estamos obligados a superarnos, porque en esta competición la única meta es la llegada a la gloria del cielo. Y si no llegásemos al cielo, nada habría valido la pena.

 

viernes, 8 de agosto de 2014

Miradas - Axel


Miradas que salvan


No son los rostros, ni los acontecimientos, ni las acciones, ni las cosas. Es la profundidad de un rostro, de un acontecimiento y de un acto lo que puede llegar a transfigurar nuestras vidas. Es cuestión de una mirada que se va ahondando, una mirada que se nos regala y que a la vez la vamos aprendiendo con paciencia.

El poder de la sonrisa

“Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento, es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida."

miércoles, 23 de julio de 2014

Fascinante

Son verdaderas las palabras de San Pablo a los cristianos de Roma cuando ha escrito: 

«Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8,38-39).


Silencio

ESCUCHANDO EL SILENCIO QUE NACE DEL AIRE