Son verdaderas las palabras de San
Pablo a los cristianos de Roma cuando ha escrito:
«Porque tengo la
certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales,
ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos
jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm
8,38-39).